Iglesia de San Juan Bautista de Barbalos de Salamanca

Fue construida por los caballeros de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, que la erigieron en 1150 según unos autores y según otros algo antes, hacia 1139, en el territorio de los castellanos. En el año dicho, Miguel Domínguez, señor de El Zaratán, mandó a esta iglesia cien maravedíes. Según una inscripción allí existente informa de que en ella predicó San Vicente Ferrer.

Es de dimensiones modestas -como la mayoría de las románicas salmantinas- y se compone de una sola nave, cubierta de madera, que desemboca en la capilla mayor con tramo presbiterial recto, precedido de un arco triunfal doblado y apuntado que apea sobre capiteles vegetales; el tramo recto, cerrado con bóveda de cañón apuntado, queda dividido por un arco fajón sobre pilares baquetonados. El ábside semicircular, en la actualidad totalmente visible, levanta la consabida bóveda de horno; su interior austero y bello se anima por impostas que enmarcan las tres ventanas con arcos semicirculares sobre columnas.

El exterior, de piedra franca, es asimismo sencillo, aunque destaca el ábside, dividido en tres paños por columnas que apean el alero con una larga y variada serie de canecillos, algunos figurados, que recorren también la nave; las ventanas siguen las mismas soluciones que por el interior. De las tres puertas, dos en la nave y una en el hastial de poniente, destaca la rasgada en la nave, costanera del evangelio que comunicó con el desaparecido claustro, cuyos restos -columnas y capiteles- llegó a ver Villar y Macías en un jardín inmediato; luce hojas de acanto estilizadas en sus arquivoltas semicirculares. Este muro, junto con el ábside, es la parte menos alterada, conservando ventanas abocinadas con escasa luz. No ha llegado a nosotros más que la base de la torre, desmochada en el siglo XIX, a los pies del templo, y sobre ella se ha erigido una modesta espadaña. También fue muy alterado el costado meridional por las obras realizadas por el maestro José Isidro en 1781, que también techó la nave con bóvedas, aprobadas por Jerónimo García de Quiñones.

Es en definitiva un tipo de templo que, tanto en lo relativo a sus soluciones arquitectónicas como a la escasez decorativa, fue muy utilizado en el románico castellano-leonés, en particular en los medios rurales.