En la charnela geográfica entre Salamanca y Cáceres, sobre una elongada estribación,
contemplamos la villa de Béjar rodeada de la sierra homónima alfombrada de castaños y
arbustos preserranos. Esta situación estratégica, junto a la valiosa variedad floral del
macizo, han marcado la evolución histórica de la villa de Béjar, cuyo perfil se recorta a
960 metros del nivel del mar, mostrando en su alzado la sucesión cronológica que nos
lleva desde la antigua ciudad vetona, en el barrio conocido como "la antigua", hasta los
últimos ensanches del oeste, en un barrido visual que nos permitirá posar los ojos en las
fábricas textiles situadas junto al río Cuerpo de Hombre y en las torres achaparradas que
coronan el caserío sobre la colina.
Béjar fue villa romana, árabe, judía y cristiana. Sus iglesias, callejas y plazuelas
suponen la materialización superpuesta de sustratos culturales y trazados diversos.
Sobre la alcazaba se construirá, ya en el siglo XVI, el castillo, ubicando en él su
residencia los duques de Béjar, familia que mantendrá intensos vínculos con la
localidad. El ducado supuso un importante mecenazgo cultural para la villa. En el siglo
XVII Cervantes dedica la primera parte del Quijote a los duques de Béjar, y Góngora
escribe el poema "Soledades" en dedicatoria al duque.
Aunque La villa de Béjar estuvo vinculada a la producción de paños desde el siglo XIII,
la producción textil a escala industrial arranca con la construcción en 1669 la Fábrica de
Paños y la llegada de tejedores flamencos unos años después.
Con una extensión de casi 46 kilómetros cuadrados, dominada por un clima puramente
mediterráneo de secos veranos y lluvias dispersas e intensas, Béjar es cabeza de
comarca y cuenta con una población total de 15.228 habitantes (INE 2003).
El origen y desarrollo de Béjar se ha venido produciendo con una clara direccionalidad
marcada por el eje norte-sur del cerro sobre el que se ubica.
Así, el núcleo primitivo puede localizarse en el extremo oeste, primero en "La Antigua"
y posteriormente en el lugar ocupado por la
Iglesia de Santiago de Béjar, en torno a la cual se
conservan buena parte de las murallas góticas que trazaron el primer recinto amurallado
completo.
Flanqueando el poniente se erigía el castillo, hoy transformado en
Palacio Ducal de Béjar, que a su vez se levantó sobre los restos de la originaria fortaleza árabe. Tras ella se conserva casi intacto el
trazado del barrio judío, que ocupaba una parte de la morería primitiva y que
conformaba, junto a la mayoría cristiana, el conjunto intramuros.
El crecimiento axial de Béjar, liberado ya del primitivo recinto, en descenso hasta la
ribera del río Cuerpo de Hombre, fue salpicando la ladera de iglesias, hospitales (desde
el s. XVI ha llegado a contar con 6), teatros y otros lugares de encuentro para una
burguesía emergente vinculada a la industria textil que se había ido desarrollando en el
valle.
Los mismos duques de Béjar, que contaban con un coto de caza a tan sólo un kilómetro
de distancia, decidieron ubicar en el mismo un retiro o espacio de recreo a la manera de
las villas suburbanas de la época. El
conjunto consta de un palacete central rodeado de la casa de los guardeses, las
caballerizas y una capilla, y un jardín de estilo renacentista tardío organizado en
bancadas comunicadas por escaleras y fuentes: la primera plataforma cuenta con un
importante lago artificial dotado de templete central; los jardines inferiores se
construyen con parterres y rotondas de estricta geometría, encadenados en juegos de
agua que guían al paseante hasta los prados más bajos.
Fue éste un espacio privilegiado para el encuentro cultural y social, conocido por
personajes como Luis de Góngora o Miguel de Cervantes, que dedicaron parte de sus
obras a las excelencias del duque.