Generalidades
Ulaca es un gran poblado fortificado de finales de la Edad del Hierro que
perteneció a los vettones y cuenta con un enorme interés histórico y
arqueológico por varias razones. En primer lugar, es con sus más de 60
ha y más de 3.000 m de murallas uno de los más grandes de la Céltica
hispana. En segundo lugar, alberga una serie de estructuras muy bien
conservadas, algunas de ellas excepcionales en el mundo celta, como
un santuario rupestre, una sauna iniciática excavada en la roca y unas
impresionantes canteras de granito. Por último, la reciente localización
de una zona de talleres artesanales y un área cementerial abren nuevas
perspectivas al conocimiento de la comunidad que vivió en Ulaca hace
algo más de 2.000 años.
Se encuentra ubicado en las primeras estribaciones de la Sierra de la Paramera, en su vertiente norte, sobre un promontorio elevado sobre el terreno circundante unos 250 metros, con una cota máxima de 1508 msnm, dominando perfectamente el valle de Amblés y dando vista al Pico Zapatero. El castro está encajado entre el arroyo de los Portillos y el río Picuezo, cuyos cursos sirven de protección natural.
En 1931, Ulaca se declara Conjunto Histórico-Artístico. En 1986 Bien de Interés Cultural (B.I.C), que es la máxima figura de protección que la ley otorga a un elemento histórico. En el año 1994 se delimita la Zona Arqueológica de Ulaca, amparada por la Ley de Patrimonio Histórico Español, quedando cualquier proyecto de restauración sujeto a lo que dicten las Comisiones Territoriales de Patrimonio Cultural.
Las defensas
Una potente muralla de granito rodeó
el asentamiento con un perímetro de
más de 3.000 m y una anchura mínima
de 2 m, aunque en algunas partes no
está conservada y hace difícil su restituci
ón. La muralla se adapta bien a la morfolog
ía del terreno y es de gran aparejo
en lienzos y torreones y sobre todo en las
puertas. Aprovecha siempre que puede
las afloraciones de granito que emergen
del suelo, integrándolas en su estructura
y se interrumpe cuando la topografía
del terreno la hace innecesaria. Sigue en
gran medida el borde de la meseta sin
perder altura para mantener siempre
posiciones defensivas inequívocas. La
aspereza del terreno y los fuertes escarpes
que rodean a la ciudad no exigen
mucha contundencia en las obras de fortificación. En cualquier caso la línea con tinua de muralla en todo el sector norte tuvo que presentar un
imponente aspecto, vista desde el valle. En ese sentido las murallas
actuarían como un elemento de prestigio visual y símbolo
de la pujanza de la comunidad que se resguardaba tras ellas. Adem
ás del papel defensivo la muralla servía para delimitar al grupo
social, a la comunidad que vivía dentro. Salvo algunos puntos
con poca visibilidad, desde dentro del oppidum sus habitantes
verían siempre los muros protectores y delimitadores.
La técnica constructiva de la muralla es de dos paramentos con bloques
grandes y las caras planas vistas al exterior, cogidos en seco, mientras que el interior se rellena
de piedras más pequeñas.
En algunos puntos, especialmente
al mediodía, sólo se lleg
ó a marcar la cimentación de
la muralla, por otro lado casi
innecesaria debido a los fuertes
cortados que protegen ese
sector. En algunos puntos, la
muralla parece reforzarse con
dos o tres paramentos. La posibilidad
de un remate de las
murallas con empalizada de
madera, especialmente en las
zonas de las entradas, está sostenida
por el episodio del
incendio de las murallas de
Pallantia en el año 74 a.C. tras
el asedio de la ciudad por Pompeyo,
según nos relata Apiano.
Parece que sólo un tipo de
remate así podría permitir que
se incendiaran las murallas.
Pero ciertamente no tenemos
pruebas arqueológicas de que
éste fuera el tipo de remate de
la parte superior de las murallas
del ámbito vettón.
Se pueden identificar al menos nueve interrupciones de la muralla
que por sus dimensiones y características bien podrían ser
otras tantas puertas de entrada. Algunas se reconocen bien y han
sido consolidadas recientemente, pero otras resultan muy problem
áticas.
Las puertas mejor conservadas y más complejas son la del Noroeste
y la del Noreste. La puerta del Noroeste por donde se accede al
oppidum estuvo además protegida por varias líneas de muralla
que la anteceden. Mientras que la puerta del Noreste por donde se sale siguiendo el itinerario de visita es una puerta en esviaje:
los dos tramos de muralla adoptan una posición paralela,
dejando un espacio libre entre ambos para pasar. De ella salía
un camino, parece que enlosado, como el del segundo recinto de
Las Cogotas, hoy medio oculto por los derrumbes de la propia
muralla. Por las laderas todavía se ven las rampas por donde discurr
ían éste y otros caminos que llevaban al llano. Las huellas de
ruedas de carro son visibles en algunos puntos.
La gran superficie de Ulaca queda claramente puesta de manifiesto
en la comparación de su recinto amurallado con la Ávila
medieval. Sencillamente las más de 60 ha del oppidum vettón
superan ampliamente la superficie de la ciudad de Ávila. Los cálculos
de población son difíciles y complicados pero a partir de
otros poblados en los que contamos con cementerios, como Las
Cogotas y La Mesa de Miranda, se ha podido determinar un valor
de entre 15 y 20 habitantes por ha. Según esas estimaciones la
población de Ulaca oscilaría entre 1.050 y 1.400 habitantes, lo
que se ajustaría bastante bien a las 250 estructuras reconocidas.
Todo ello no debió ser obstáculo para que en momentos de inestabilidad
y peligro pudiera refugiarse tras sus murallas una poblaci
ón que podría doblar esas cifras. Desde luego los espacios libres
lo permitirían sin muchas complicaciones.
El santuario y el altar de los sacrificios
En el sector noroccidental del poblado y en una zona relativamente
apartada de la concentración de casas se encuentra el llamado
santuario y el altar de sacrificios. El santuario es una estancia
parcialmente excavada en la roca de planta rectangular (16 x
8 m) con dos accesos, por el Sureste y el Oeste. Las paredes se
conservan en algunos puntos hasta una altura de 2 m. El espacio
del santuario se cerraría por los lados abiertos con sillares de
fábrica tosca que se ven desparramados por los alrededores.
Este santuario se asocia a una gran peña en la que se talló un
altar con talud en tres de sus lados. En uno de los lados de la cara
que mira hacia el Norte se labraron dos escalinatas paralelas con
seis y ocho peldaños que conducen a una superficie plana con dos concavidades comunicadas entre sí. Una de ellas vertía en una
tercera que a través de un canalillo conducía los líquidos al pie
del altar.
La sacralidad del monumento es posible establecerla a partir de
una serie de testimonios literarios y epigráficos, que encuentran
en el santuario portugués a cielo abierto de Panoias (Vila Real) una
de sus expresiones más claras: además de las peñas talladas, cuya
parte superior ha sido allanada para albergar diversas cavidades,
el sitio ofrece inscripciones latinas que nos informan sobre los
sacrificios realizados. De una de las inscripciones se deduce que
el sacrificio tenía lugar en un edificio que coronaba la construcci
ón. Mientras las entrañas de las víctimas se quemaban en unos
nichos o cubetas y la sangre vertía en otros similares, al tiempo que
se rendía culto a las divinidades, algunas de ellas indígenas. Por tanto el sacrificio comprendía
varias fases y en lugares distintos;
se trataría de un ritual de
iniciación que ofrece un orden
y un itinerario determinado,
que forzosamente hay que relacionar
con la variada morfolog
ía de estos monumentos.
De esta manera cabe dar cierta
cobertura a la reconstrucción
idealizada de sacrificios de animales
con vertido de sangre que
podrían haberse realizado en el
altar de Ulaca. Por último, la
coincidencia de la orientación
del altar con la cumbre más alta
de las alineaciones de Gredos,
visibles desde Ulaca, el Pico Zapatero, podría no ser casual y estar intencionadamente buscada
quizás en asociación con algún fenómeno celeste de conocimiento
ya en la Edad del Hierro. En todo caso es un tema sobre
el que valdría la pena dedicar una exploración futura.
Casi al pie de la ladera en la vertical del santuario hay una cueva,
más bien una estrecha grieta entre los granitos, que podría vincularse
a concepciones religiosas de tradición céltica. Existe una
cavidad bajo el oppidum y esto es de gran importancia para el
estudio de Ulaca. La importancia ideológica de la organización del
espacio urbano en el mundo celta, el concepto de mundus y las
ideas onfálicas han sido subrayadas en más de una ocasión.
La Sauna
A unos 150 m hacia el Sur del santuario se encuentra una construcci
ón excavada en la roca, de planta rectangular, tradicionalmente
interpretada como un horno metalúrgico y hoy más convincentemente
considerada una sauna ritual, aunque no se ha practicado
ninguna exploración arqueológica más allá de lo que se ve en la
actualidad. Se trata de una construcción semihipogea de planta rectangular
y 6,4 m de longitud excavada en un gran peñasco de granito.
En la actualidad parece que se pueden identificar los restos de un recinto murado que la rodea de
unos 32 x 24 m, que, de confirmarse
su relación con la estructura,
reforzaría la profunda significaci
ón simbólica y especial de
la sauna.
Aceptando la propuesta de sauna
se puede entender divida en
tres ámbitos: 1) horno para fuego,
2) cámara con dos asientos
labrados para recibir el baño de
vapor y 3) antecámara. Se tratar
ía de una sauna en relación con
baños iniciáticos, a partir de los
paralelos con las saunas o
pedras formosas de la cultura
castreña del NO peninsular.
Las Viviendas
Las casas presentan plantas cuadradas y rectangulares con gruesos
muros de piedra. Hay plantas sencillas con dos o tres estancias, de
unos 40-80 m2, y otras más complejas con más departamentos y
mayor superficie (hasta 250 m2). Las jambas de las puertas están
bien marcadas por grandes lajas de granito. Las cubiertas debieron
ser de piorno, como lo hacían
los chozos de pastor y las tinadas
para las ovejas hasta hace
poco tiempo. La falta de excavaciones
sólo se excavaron dos
casas en los años 1970 que se
han restaurado impide precisar
la organización interna, que
en cualquier caso dispondría de
hogares, bancos adosados a las
paredes, zonas de almacenamiento
y áreas de descanso.
Desconocemos si además de estructuras domésticas había otras sólo de almacenaje o con otras
funciones.
El total de estructuras dentro del recinto amurallado es, como
se ha señalado, de algo más de 250, que se elevaría hasta alrededor
de las 300, si se suman las casas fuera de las murallas al Noreste
del recinto. La existencia de casas extramuros permite suponer,
además, que el recinto amurallado no implicaba una situación
de peligro e inestabilidad permanente. Pero parece que en ese sector
hubo también murallas muy perdidas hoy. En los momentos
de conflicto, la población podría refugiarse dentro del poblado,
ya que existía espacio libre suficiente para todos. Sabemos que
otros oppida vettones tenían arrabales o barrios extramuros como
Las Cogotas y Salmantica, en este último caso referido al año
220 a.C. en la toma de la ciudad por Aníbal.
En general, la conservación de las ruinas es muy buena, pudiéndose
delimitar las características generales de la planta, compartimentaci
ón interna y puertas de acceso. Es cierto que habría que considerar
la posibilidad de que en algunos sectores del poblado las
viviendas estuvieran enterradas, pero el afloramiento de la roca
base en muchos puntos y la falta de evidencia de aportes sedimentarios hace muy verosímil
que los restos de estructuras hoy
visibles correspondan a las
estructuras realmente existentes.
De alguna manera estamos ante
la fosilización superficial de un
poblado de la Edad del Hierro
con unas excelentes posibilidades
para analizar su anatomía.
Volviendo a las casas, parece
común la existencia en todas las
viviendas de zócalos de piedra
de 80-100 cm de grosor y doble
paramento. Apenas hay vestigios
de adobe o tapial para el recrecimiento de las paredes y la abundancia
de granito podría ser consistente con la idea de alzados de
piedra hasta la cubierta. Algo lógico si tenemos en cuenta la arquitectura
tradicional que hasta hace poco se levantaba en los pueblos
de la zona. No parece que tuvieran ventanas por lo que la ventilaci
ón e iluminación se tuvo que hacer por la puerta principal y la luz
del hogar. Su interior estaría en constante penumbra como sucede en las majadas actuales. Algunas casas han sido parcialmente
talladas sobre un gran peñasco que ha sido rebajado hasta ofrecer
un aspecto semihipogeo. La prolongación de los muros hacia el exterior
permite aventurar la idea de que algunas tuviesen un porche
o zaguán; aunque no habría que descartar que se tratase de peque-
ños corrales anexos a la vivienda. La mayoría de las casas abren
sus puertas casi siempre bien reconocibles hacia el Este, hacia
la salida del sol. Probablemente para así poder aprovechar mejor
las horas de luz. Las puertas podrían haber sido parecidas a las de
las tinadas actuales, planchas de madera unidas entre sí por clavos
y trozos de cuero que hacen de bisagras. Algunas ofrecen el
soporte de un pilar central para sostener las vigas de la techumbre.
Nada se nos ha conservado de las cubiertas pero, dada la disposici
ón del terreno, lo más lógico es que vertieran aguas por delante
de la fachada en dirección a las vaguadas, siguiendo la pendiente.
Cubiertas sencillas a dos aguas como hacen algunas construcciones
tradicionales de la comarca tampoco son desechables.
Básicamente entre los dos centenares largos de estructuras identificables
hay dos tipos de casas: las sencillas de planta cuadrangular
o rectangular con una, dos o tres estancias, y las complejas que aún
manteniendo plantas cuadrangulares o rectangulares cuentan con una gran estancia a la que se accede directamente desde el exterior
y luego otra serie de habitaciones contiguas o dispuestas en
torno a un eje longitudinal. Estas últimas repiten esquemas domésticos
de casas de El Raso de Candelada, al otro lado del Sistema
Central, y parecen recoger tradiciones de la arquitectura orientalizante,
de la región extremeña. No es posible hoy intentar una mínima
ordenación cronológica de las viviendas, y aunque destaca la
aparente homogeneidad señalada, es posible que en los últimos
momentos de la vida de la ciudad se dejaran sentir influencias romanas.
Algunas construcciones grandes entre 400 y 700 m2 con proporciones
modulares de las estancias y el empleo de grandes sillares
en los zócalos podrían remitir a modelos itálicos y del Valle del
Ebro bien definidos en los s. II-I a.C.
Prácticamente nada podemos decir sobre su organización interna.
Parece que en algunas existieron bancos adosados a las paredes
que servirían para sentarse y como aparadores de la vajilla y útiles
domésticos. La referencia de Estrabón sobre los pueblos montañeses
del Norte que se sientan para comer en bancos corridos según
edad y rango y hacen pasar los alimentos no parece oportuna para
esta zona, aunque se ha repetido casi siempre. Habría hogares en el centro o adosados a las paredes y el almacenaje de grano y otros
alimentos se realizaría en grandes vasijas de barro.
Con todo, otro problema es que la falta de excavaciones no permite
reconocer como viviendas todas las estructuras, es posible
que algunas tuvieran otras funcionalidades. Algo que sólo futuros
trabajos de excavación podrán elucidar.
En este sentido, en el sector meridional de la ciudad hay una gran
estructura (14 x 10 m) construida con gran aparejo que se encuentra
rodeada por un amplio recinto murado (de 70 x 48 m) con
doble paramento de grandes piedras. No se trata de una vivienda
común como el resto y parece tentador relacionarla con una
función pública o privada vinculada a las elites del oppidum. La
cantidad de bloques que constituyen el derrumbe permite suponer
razonadamente que el edificio tuvo una altura importante,
desde luego muy superior a la convencional de las casas. Si fue una
especie de atalaya defensiva, controlando una gran superficie del
área habitada en el sector más elevado de la ciudad o una residencia
de la elite es algo que habrá que investigar en el futuro.
Las Canteras
Un elemento excepcional y espectacular al mismo tiempo, desconocido
en otros oppida célticos, son las canteras de granito
en el interior del habitat. Quedan visibles las huellas de las cuñas
y los bloques cortados en distinto grado de elaboración. Las canteras
se sitúan en los sectores oeste y suroeste de la ciudad. En
ambos casos se buscaron grandes planchas de granito y se aprovecharon
siguiendo las vetas y las fracturas naturales. El proceso
de trabajo se debió iniciar marcando con cortafríos y mazos,
pequeñas ranuras a intervalos regulares (28 y 36 cm), después se
introducían cuñas para romper por la línea marcada y así obtener
bloques más o menos grandes, entre 60 y 120 cm de longitud y
aún mayores. Con perchas y palancas de madera se moverían los
bloques de primera extracción para posteriormente ser objeto
de nuevos cortes y conseguir bloques más pequeños. Todo este
proceso de trabajo ha quedado congelado en las canteras. Se pueden medir los espaciamientos entre las ranuras para cuñas
marcadas y nunca utilizadas, los bloques de primera extracción
sin trocear, los bloques semielaborados y por último incluso algunos
terminados y no transportados. Este detalle hace pensar en que todo el trabajo de cantería
se desarrollaba en estos lugares.
Como se ha señalado
recientemente (del Val y Escribano,
2004: 38) las canteras de
Ulaca confieren un aspecto
mágico al lugar, parece como si
el tiempo detenido pudiera ver
en algún momento el retorno
de las gentes de Ulaca para terminar
los trabajos abandonados
a medio hacer.
La cantera oeste debió utilizarse
para la obtención de material
constructivo para las viviendas
de los alrededores, y de
hecho las dimensiones de los
bloques se asemejan a los de las
casas más cercanas. La cantera
del ángulo suroeste, muy pró-
xima a la muralla, parece que
estuvo más relacionada con la
elaboración de grandes sillares
para la construcción del cierre
defensivo. Aunque, como
hemos visto al tratar de las
murallas, en este sector sólo se
emplearon para delimitar la
base de la muralla. La interrupci
ón del levantamiento del
muro podría ayudar a entender
el abandono de la cantera dejando
a medio trabajo muchos bloques
y no llegando a extraer
otros marcados. La gran escala
de los trabajos de cantería por
encima del nivel doméstico de
cada hogar, la posible existencia de especialistas, el empleo de medidas modulares y la posibilidad
de reconstruir casi íntegramente el proceso de trabajo, confieren
a las canteras de Ulaca un gran interés. En definitiva, los materiales
constructivos se podían conseguir dentro del propio oppidum,
ahorrando tiempo y esfuerzo y, además, con la seguridad añadida
de trabajar dentro del recinto amurallado.